El simposio de los grandes es exiguo y artificial.
Frenéticos y tendidos, los linguaculums están ocupados;
Orgulloso un hombre puede ser visto en la distancia,
silueteado serenamente, avanzando en el plano.
Su andar está ciertamente acentuado por el hilo
que separa el añil de arriba de abajo,
abajo y arriba, su incómoda esencia,
marca explícita, la cesura del mundo:
¡no es un juez sagaz sino un tonto de espada!